Los relicarios son piezas de orfebrería católica que sirven como depósitos para las reliquias. Es decir, la existencia de los relicarios, en la Iglesia Católica, está profundamente relacionado con las reliquias.
Una reliquia es un elemento que nos ha quedado aquellas personas que han sido santificadas. Es decir, son objetos que están profundamente relacionados con algún Santo, Santa, con Cristo, etc.
Por ejemplo, una de las reliquias más reconocidas en el mundo es la Sábana Santa, pieza de tela también conocida como el Santo Manto que envolvió el cuerpo de Cristo. Este sudario que marcado con la cara y las heridas de Cristo después de ser Crucificado.
También podemos encontrar numerosas reliquias (partes) vinculadas con las Cruz en la cual Cristo padeció innombrables sufrimientos en el monte Gólgota.
El origen de las reliquias se remonta a los primeros años del cristianismo, en la época en la cual los cristianos eran perseguidos por las autoridades romanas. En aquellos años se empieza a poner en valor las pertenencias y recuerdos de todos aquellos mártires que daban su vida por la fe cristiana.
Las reliquias son objetos de incalculable valor, no pueden ser sustituidos. Son piezas únicas con un importante significado para los católicos.
En la tradición católica, las reliquias se clasifican en tres grados:
La custodia de estas reliquias en relicarios responde a varios propósitos: preservar físicamente estos objetos sagrados, facilitar su veneración por parte de los fieles y mantener viva la memoria y ejemplo de los santos.
La Iglesia ha desarrollado procedimientos estrictos para verificar la autenticidad de las reliquias, asegurando que los relicarios contengan verdaderas reliquias cristianas.
La veneración cristiana de reliquias tiene siglos de historia. Las reliquias son recordatorios de hombres y mujeres que entregaron su vida a Dios y fueron un ejemplo para la humanidad. Los elementos relacionados con Jesús, la Virgen, los Apóstoles o los mártires fueron objeto de una gran devoción desde los primeros siglos de la iglesia.
Santos Padres, como San Jerónimo y San Agustín, fueron los primeros en tratar de hablar de las reliquias y del uso correcto de las mismas para evitar usos fraudulentos. Estos primeros creadores de doctrina aclarando que no se adoran las reliquias en sí, sino a Dios a través de ellas.
A través de diversos concilios la se fue definiendo la veneración de las reliquias dentro de la Iglesia Católica. El Concilio II de Nicea (787) condenó quienes despreciaban objetos sagrados, incluyendo reliquias.
El Concilio IV de Letrán (1215) prohibió venderlas o mostrarlas sin permiso papal y pidió vigilancia para evitar engaños con fines lucrativos.
El Concilio de Trento (1563) instruyó sobre la veneración legítima de santos, reliquias e imágenes, afirmando que los santos interceden y solo Cristo es Salvador. Rechazó quienes negaban la veneración a las reliquias y pidió acabar con supersticiones y abusos, estableciendo normas para su aprobación y uso. En 1593, el Papa Clemente VIII creó una congregación para controlar indulgencias y reliquias, que funcionó hasta 1917.
El Concilio Vaticano II reafirmó la tradición de venerar santos e imágenes auténticas (Sacrosanctum Concilium 111). El Código de Derecho Canónico (1983) prohíbe vender reliquias sagradas y regula su traslado y veneración.
El Catecismo (1993) reconoce la veneración de reliquias como parte de la piedad popular ligada a la liturgia, con necesidad de discernimiento pastoral para evitar abusos.
El Directorio sobre la piedad popular (2002) define las reliquias como restos corporales o objetos vinculados a santos y recomienda asegurar su autenticidad, evitar su fragmentación excesiva, prevenir coleccionismo y fraudes. Indica que las reliquias bajo el altar simbolizan la comunión con Cristo y deben usarse con dignidad, sin exponerlas sobre la mesa del altar.
Los relicarios son estuches, cajas, cofres y arquetas cuya principal función es servir como embalaje protector para las reliquias.
La principal función de los relicarios santos es la protección y conservación de las reliquias que se depositan en su interior.
En la Iglesia primitiva, paralelamente al aumento de la importancia de las reliquias, aparecen depósitos utilizados para proteger a las reliquias. En un primer momento, son cajas, estuches o cofres rudimentarios cuyo único objeto es el de proteger y transportar a la reliquia. Habitualmente, tenían formas de colgantes o collares y eran portados en el cuello.
Tras varios siglos de persecuciones, con la aceptación de la fe cristiana como religión del imperio romano, la situación de las reliquias y demás objetos vinculados con el culto católico varió profundamente.
En esta tesitura la funcionalidad de los relicarios cambia, pasa de ser un depósito para proteger y transportar a ser un objete que sirve para proteger y mostrar a los fieles.
Durante la Edad Media los relicarios evolucionan de cajas opacas a cofres con algún tipo de parte acristalada que permita mostrar la reliquia a los fieles. También la forma de los relicarios empieza a cambiar. Desde la estructura cuadrada tradicional a estilos más esbeltos vinculados con los gustos góticos.
En nuestros días es una pieza de importancia dentro de todas aquellas iglesias que cuenta con algún tipo de reliquia. Es habitual encontrar relicarios de plata antiguos que contienen reliquias desde hace siglos.
En España existe una gran tradición de importantes relicarios como por ejemplo el relicario de Santa Teresa de Ávila.
Los relicarios han evolucionado a lo largo de los siglos, desarrollándose diferentes tipos según su función y uso. Entre los más comunes encontramos:
Actualmente, hay a la venta una gran variedad de relicarios, desde relicarios de plata hasta relicarios de madera. El precio de un relicario varía mucho en función de las dimensiones y del material en el cual está fabricado. Los relicarios más baratos son los están fabricados en metal y se pueden comprar en nuestra tienda online.
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